El enfoque cognitivo conductual combina ambos paradigmas resultando en una terapia fundada en el método científico, y que se viene empleando con éxito desde las últimas décadas en el campo de la psicoterapia.
¿En qué se basa la terapia cognitiva?
La terapia cognitiva persigue operar cambios modificando lo esquemas o atribuciones que tenemos acerca de las cosas, es decir, las ideas a través de las cuales interpretamos los eventos de nuestra vida. El término cognitivo hace referencia al pensamiento.
Se basa, principalmente, en las creencias o atribuciones que tenemos las personas acerca de las cosas y que determinan a menudo como nos sentimos y comportamos. Estas creencias, también llamadas esquemas cognitivos, actuarían muchas veces guiando nuestra conducta de manera inconsciente y, por lo tanto, automática. La interrelación entre pensamiento, emoción y conducta es clave para este enfoque y trabaja sobre la misma, tratando de identificar como unos aspectos influyen sobre otros para poder modificarlos.
Según la terapia cognitiva, nuestra forma de pensar determina a menudo como nos sentimos ante una situación y por extensión, condicionan nuestra conducta o manera de proceder ante la misma.
Cada individuo va elaborando sus propios esquemas acerca de sí mismo, del mundo y de los demás, a través de las distintas experiencias de aprendizaje que va viviendo a lo largo de su vida. Cuando estas etiquetas de pensamiento son rígidas y generan malestar en la persona se les denomina pensamientos automáticos o distorsiones cognitivas.
Algunos ejemplos sobre como trabaja la terapia cognitiva
Para entenderlo mejor asumamos el supuesto de una fobia simple, por ejemplo, una fobia a los perros. El sujeto ante la situación de interactuar con este animal puede tener creencias negativas del tipo: “me va a morder”, “los perros son peligrosos”, “va a notar que tengo miedo y se pondrá agresivo”,… Estos pensamientos automáticos le producirán miedo y condicionarán de igual forma su conducta, que se traducirá en alejarse o rehuir la situación.
Esta forma de reaccionar refuerza aún más la relación entre el pensamiento y la emoción. Si ayudamos a la persona a sustituir estos pensamientos por otros más objetivos y adaptados a la situación como: “está moviendo la cola, parece amistoso”, “los perros normalmente se muestran cariñosos”, “se ponen agresivos si se asustan, igual que las personas” o “el perro de mi abuelo era muy bueno”,… remitirá la ansiedad que venía experimentando en estas situaciones y podrá habituarse a permanecer cerca del animal, e incluso empezar a interactuar poco a poco con perros. También podemos introducir estrategias como entrenar a la persona en alguna técnica de relajación para abordar la situación temida con una mejor predisposición.
Supongamos ahora que se trata de una persona con baja autoestima que tiene que asistir a una entrevista de trabajo. Ante esta situación probablemente se dirá a si misma cosas como: “soy un inútil”, “no sirvo para esto, no me van a coger en la entrevista” o “se van a dar cuenta de que estoy nervioso”. Así de seguro que se mostrará más nerviosa durante la entrevista o directamente optará por no presentarse a la misma.
¿En qué consiste la terapia conductual?
Por su parte, la terapia conductual busca operar cambios positivos a través de la conducta, prescribiendo pautas de comportamiento ante distintas situaciones, estableciendo hábitos o eliminando determinadas conductas. También dotando al sujeto de estrategias o exponiéndole a situaciones temidas para que se habitúe a la ansiedad que le generan dichas situaciones.
La terapia de conducta proviene de toda la investigación sobre el comportamiento y el aprendizaje en animales. Después estas investigaciones se extrapolan a la conducta humana.
Los dos grandes modelos de aprendizaje son el condicionamiento clásico y el instrumental u operante. El primero se basa en asociaciones entre estímulos y el segundo en aplicar refuerzos o castigos para establecer o eliminar conductas.
A través de lo que se conoce como análisis funcional de la conducta, el terapeuta explora la relación entre los pensamientos automáticos o distorsionados, las emociones y las conductas.
Es decir, que aparte de los esquemas cognitivos, también se integran aspectos de aprendizaje propios de la psicología de la conducta, como la habituación, la extinción, el condicionamiento, la desensibilización… Por eso, la terapia cognitivo-conductual suele operar de forma graduada, estableciendo pasos intermedios que se van aproximando al objetivo final (por ejemplo, acariciar a un perro o presentarse a una entrevista de trabajo).
¿En qué tipo de problemas se puede emplear la terapia cognitivo conductual?
La terapia cognitivo conductual se puede emplear en un amplio espectro de problemas tales como: ansiedad (fobias, fobia social, trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad generalizada, agorafobia, trastorno por estrés postraumático), depresión (depresión mayor, trastorno mixto ansioso depresivo, distimia, ciclotimia, trastorno bipolar), adicciones, (alcoholismo, tabaquismo y consumo de distintas sustancias) trastornos de personalidad, disfunciones sexuales, anorexia y bulimia, insomnio, sobreingesta compulsiva y etc.
Algunas de las estrategias más importantes que emplea el enfoque cognitivo conductual:
- Terapia cognitiva de Beck
- Terapia racional emotiva de Ellis
- Terapia de conducta:
– Desensibilización sistemática
– Inoculación al estrés
– Resolución de problemas
– Autoinstrucciones
– Asertividad
– Modelado
– Condicionamiento clásico e instrumental
– Técnicas de biofeedback
– Parada de pensamiento